Por Millie Jiménez*
El Servicio de Parques Nacionales celebra su cumpleaños 99 y me emociona recordar cómo yo encontré mi parque y cómo ahora me dedico a ayudar a otros a que encuentren el suyo.
La historia de cómo me convertí en guardabosques no es nada típica. No fui de vacaciones al Yellowstone o Yosemite. Crecí en la bella ciudad de Nueva York en el Bronx, donde los edificios son altos, los ruidos son penetrantes y hay gente en todas partes. Mis padres no tenían mucho dinero, pero hacían lo que podían. Mi mamá, la aventurera de la familia, me impulsó a buscar cosas nuevas y me enseñó que el mundo se extendía más allá de la ciudad. Mi papá tal vez era menos aventurero, pero entre nuestros lugares favoritos para ir de visita estaban el Museo de Historia Natural y el Museo de Arte Moderno. Juntos me dieron la habilidad de explorar y aprender.
Cuando inicié mi educación superior pensé que ya tenía un camino elegido: negocios. Pero las cosas no resultaron como lo planeé y a la mitad del camino me di cuenta que no tenía claro lo que quería hacer al terminar. Me sugirieron que metiera mi solicitud en la Academia del Servicio de Parques Nacionales a través de la Asociación de Estudiantes para la Conservación.
La primera semana en la academia cambió mi vida. Visité los Great Smokies y Yellowstone. Conocí a personas apasionadas por su trabajo, incluyendo a un guardabosques que dijo algo que me marcó desde entonces: “Cuando te asignan un parque, estás protegiendo el lugar especial de alguien. No importa que sea pequeño, es primordial que lo protejas para que ellos pueden regresar todos los años”. Esto me inspiró a proteger y conservar parques, y a inspirar a otros para que encuentren ese lugar especial.
Ese verano realicé mis pasantías en el Yellowstone National Park con el Cuerpo Juvenil de Conservacionistas. Éramos responsables de los paseos de fin de semana de los estudiantes de secundaria. Fue perfecto porque esto me permitió explorar Yellowstone, vivir en un lugar que era completamente diferente a mi casa en Nueva York, y al mismo tiempo, inspirar a los estudiantes de secundaria. Y fue ahí cuando supe que lo que quería hacer era dar a más personas la oportunidad de vivir una experiencia única en nuestros parques nacionales.
Dos días después de convertirme en la primera persona de mi familia en graduarse, me subí a mi coche con mi madre y manejamos hasta Yellowstone. Me tocaba ahora llevarla en una aventura y enseñarle cosas nuevas. Fue una experiencia muy emotiva y bella.
Después de trabajar con el Cuerpo Juvenil de Conservacionistas y la Asociación de Estudiantes para la Conservación, ahora soy una guardabosques del Servicio Nacional de Parques y trabajo con orgullo en el Grand Teton National Park como coordinadora del reclutamiento y voluntarios.